"Un amigo es aquel que lo sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo".

Kurt Cobain

martes, 23 de junio de 2009

Esclavas de la Imagen

En la última década se ha hablado de la moda desde una perspectiva excesivamente crítica desde mi punto de vista. Se habla de zapatos, vestidos, maquillaje, cirugía plástica... y se habla de lo malo que es todo eso para las mujeres actuales. Se dice que los publicistas, los programas y series de televisión y las revistas femeninas nos han convertido en esclavas. Fashion victims nos llaman los entendidos.

Sin embargo, lo más criticado es que hoy en día está prohibido hacerse viejo y las mujeres estamos obligadas a permanecer eternamente jóvenes y bellas. Ya no basta con ir a la moda, llevar los complementos adecuados o saber peinarse con algo de gracia. Hay que ser joven. Si has pasado de los treinta, ya no basta con usar una buena crema hidratante. Cremas para el contorno de ojos, sueros, exfoliantes, nutritivas y un largo etcétera han convertido nuestro neceser en un maletón de peso considerable. Lo peor es que por lo visto todo lo que llevamos es imprescindible. A los treinta y cinco usar una crema de día y otra más nutritiva de noche es una obligación. Un must lo llaman los entendidos. (Odio a esa maldita gente incapaz de encontrar palabras adecuadas en nuestro propio idioma. Se pensarán que son modernos. Cool dicen ellos.)

Y por supuesto, hay que estar delgada. Las presiones en este sentido pueden ser tremendamente agobiantes y han llevado al mundo de la moda a las primeras páginas de los periódicos más de una vez, y no por sus bonitos vestidos sino por el aspecto triste de sus modelos. Mido 170 y peso entre 46 y 48 kilos, dependiendo de la época del año, de mi humor y de mi nivel de estrés. Soy muy consciente de la presión que sienten las mujeres por adelgazar porque yo recibo esa información constantemente. Algunas personas me dicen que estoy estupenda y que les cuente cómo consigo tener tan buen tipo, y otros me dicen que parezco una raspa y que a ver si me estoy alimentando bien. Mi delgadez es motivo de comentario desde hace veinte años, incluso en mi propia familia. Siempre tengo que recordarles que he sido delgadita desde siempre, igual que algunos de ellos, pero en fin. Supongo que con la edad se me están afilando los rasgos de la cara y eso me hace parecer más delgada que cuando era una adolescente.




Resumiendo, la imagen de la mujer del siglo XXI es más o menos la siguiente: delgada, joven y con estilo. Esto es aplicable tanto a solteras como casadas, lo cual añade nuevas presiones. Hay que ser buena madre, buena amante y además no vale ser ama de casa. Hay que tener un trabajo remunerado y mejor si eres jefa de algo y trabajas rodeada de hombres o tienes tu propia empresa. Entonces ya eres una triunfadora. Lo has logrado. Si llegas a los cuarenta con una piel envidiable, un marido que te adora, unos hijos de anuncio y un trabajo de responsabilidad que además esté bien pagado, ya puedes morir feliz. A lo mejor resulta que eres una desgraciada que se levanta todos los días a las seis de la mañana para maquillarse y que no se note que ya no tienes veinte años, a lo mejor tienes callos en todos los dedos por tener que llevar zapatos de tacón altísimo y horma estrecha, a lo mejor tu marido se está tirando a otra porque tú siempre estás cansada y cada vez pasas más tiempo en la oficina. A lo mejor tus hijos tienen problemas en el colegio. Pero da igual. Según las revistas de moda, eres una chica diez. Lo tienes todo, o al menos todo lo que se supone que ahora hay que tener.

A pesar de todo esto, yo no creo que seamos esclavas. Al menos, no lo somos más que en épocas pasadas. Los diferentes cánones de belleza han estado siempre ahí, y las mujeres de todas las épocas han intentado seguirlos, por absurdos que pudieran parecer para la salud. Las feministas, ese puñado de piradas de pelo corto y ropa masculina que odian a los hombres y creen en la utopía de un mundo femenino (por dios qué aburrimiento, qué haríamos nosotras sin machos...) se empeñan en intentar convencernos de que somos esclavas de la moda, de las revistas y de las series americanas. Es cierto que lo somos en gran medida, pero creo que en nuestro afán de criticar la moda, la ajetreada vida moderna y los avances de la cirugía plástica se nos olvida que todo eso también tiene algo positivo. Muchas mujeres con complejos se sienten mejor gracias a los tratamientos modernos. No se trata de los cánones de belleza. No se trata de pesar menos de 50 kilos. A veces, pesar 70 puede ser un gran logro para mujeres con obesidad mórbida.

Mi prima Esther se operó la nariz al cumplir la mayoría de edad. No podía soportar por más tiempo las burlas de los chicos cuando salía con sus amigas. Una chica preciosa con una nariz tremenda. Pero tremenda de verdad, no es una tontería. Cuando dijo que se operaba y su padre se negó, todos la apoyamos porque era una verdadera pena. Una chiquitina delgadita con aquel apéndice desmesurado estropeándole la cara. Ahora que vengan las feministas a decirle que es una víctima de las presiones que recibimos las mujeres para ser guapas. Quizá el problema es que ellas están tan lejos del canon de belleza actual (en realidad están lejos de cualquier canon de belleza, pasado, presente o futuro) que les molesta que otras puedan acercarse a él y además ser felices.

Hubo un tiempo en el que las mujeres tenían que ser gordísimas, porque estar flaca estaba mal visto. Eras una muerta de hambre. Hubo épocas en las que las mujeres tuvieron que usar prendas que deformaban su cuerpo y que incluso impedían respirar bien. Dicen que los desmayos de las damas se producían porque no podían respirar bien, no porque fueran unas lánguidas. Y no hablo sólo de corsés. Muchas se sometían a una operación en la que les extirpaban las costillas flotantes de manera que su talle fuera aún más fino. Ahora también se hace, pero es que hace cien años no era una tontería entrar en un quirófano. Había que estar muy pirada.


En cuanto a la vida en pareja, se ha pasado de la presión de tener que casarse o ser monja a la presión de tener que ser una mujer independiente económicamente, tanto si eres soltera como casada. Ser ama de casa está mal visto. Eres un parásito. Un pegote. Una jeta. Una maruja. Sexualmente, se ha pasado de la presión de no poder sentir ni expresar nada a tener que ser una leona insaciable. Hubo un tiempo en el que tener un orgasmo era una ordinariez, pero es que ahora si no te corres resulta que tienes un problema. Como si el mero hecho de estar cansada fuera algo patológico. Hay que llegar siempre al objetivo, no hay excusa. Ni cansancio, ni estrés, ni leches. O llegas o es que eres una inútil. O lo que es peor, una remilgada, una estrecha, una niñita. Una tonta digna de lástima por lo que te estás perdiendo.

Con todo, me parece injusto decir que las mujeres somos esclavas de la imagen o de las presiones mediáticas. Los hombres también lo son, y eso parece no advertirlo nadie. Desde siempre, los hombres reciben la presión de tener que ganar lo suficiente para ser considerados hombres de verdad. En muchos ámbitos aún se considera humillante que la mujer gane más que el marido. Además, tienen que ser fuertes y decididos. Las mujeres decimos que nos gustan los hombres sensibles, pero en el fondo a todas nos gustan los hombres con las ideas claras, resolutivos y protectores que nos cuidan, nos miman y nos hacen sentirnos seguras. En cuanto al plano físico, ellos reciben tanta presión como nosotras. Deben ir bien afeitados y de un tiempo a esta parte incluso se depilan. En las perfumerías se venden tanto productos de belleza femeninos como masculinos, y también ellos se hacen cirugía plástica y practican deportes para no tener barriga. Algunos se tiñen el pelo y usan cremas antiarrugas. La presión por ser guapos, jóvenes y delgados nos afecta a todos y me parece injusto que se victimice a la mujer cuando ellos también pasan por ello. Algunos desde bien jovencitos. Pobres.

En el plano sexual, qué voy a contar. No soy hombre para poder opinar con total conocimiento de la situación, pero imagino que la responsabilidad y el miedo al temido "gatillazo" siempre están ahí. Nosotras siempre podemos fingir. Ellos no. Si son bruscos, nos quejamos de que no son sensibles. Si son sensibles, nos quejamos de que no son masculinos. Me imagino que ser hombre hoy en día tiene que ser tan difícil como ser mujer.
Es cierto que enfermedades como la anorexia y la bulimia afectan principalmente a las mujeres y que en gran medida padecemos las presiones externas de manera más evidente que los hombres, pero no es menos cierto que las consultas de psicología están llenas de hombres con problemas derivados de lo que la sociedad femenina demanda de ellos. Nosotras también somos muy exigentes y los hombres, que durante siglos sólo han tenido que preocuparse de llevar alimento a casa, ahora no saben muy bien cuál es su lugar ni qué se espera de ellos.
En fin, este tema da para muchos post y ya habrá ocasión de ir hablando de todo esto. De momento sí me gustaría romper una lanza en favor de nuestros chicos y decir únicamente que ellos son tan esclavos como nosotras, y que aunque no lo parezca, ellos también reciben un continuo bombardeo publicitario de una sociedad que también a ellos les pide que sean más guapos, más jóvenes, más atléticos, más sensibles a la par que más masculinos, y por supuesto mejores amantes. Sinceramente, no sé si me cambiaría por ellos. Vaya panorama.
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