Allí quedará tu cuerpo inerte, tu rostro sin gestos, tu mirada vacía, tus manos frías. Déjale tu cabeza, tu razón, tu lógica, tu memoria del deber, tu responsabilidad, tus rutinas más irreprochables, tu por favor, tus buenos días.
Pero llévate el sol de tu ventana, la brisa ocasional, tu colección de abrazos, las sonrisas más ciertas, el souvenir inesperado, tu mejor melodía, el aroma a café de las mañanas. Ponlas a salvo mientras puedas, ponles candado mientras la confianza alcance. Te harán falta en lo que queda del camino.
Y deja atrás la sinrazón, el disimulo, las falsas gentilezas, la amistad calculada, el silencio súbito, el exasperante cerca y lejos de cada día, el si pero no, el amor postizo. Que no se te cuele ni uno solo en la maleta.
Sólo cierra los ojos y múdate en esencia. Déjale apenas una cáscara vacía, que haga las veces de ti hasta donde haga falta, que responda preguntas, que sepa saludar, que hable al teléfono, y que hasta pueda imitar la sonrisa de la mona lisa.
Pero no te quedes tú
Sólo prueba decir basta
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