Es una línea tan delgada que no se ve a simple vista, una línea que, aunque entrecierres los ojos o por más que te esfuerces no podrás ver.
Es la línea que nos separa de la locura, de ese desborde mental, que amenaza con alienar la razón y absorber nuestra alma, nuestro ser.
La cordura, es pues, la línea de contención que nos permite ser sensatos y juiciosos, y aunque es tan fina, es muy flexible, tanto que se puede doblar y estirar al menor sobresalto, al más insignificante enojo, decepción, disgusto, coraje o tristeza, pero cuidado, porque son emociones que maltratan y desgastan la línea.
La cordura es frágil y puede romperse con facilidad, empujándote a un mundo abisal, en donde una vez adentro, nunca podrás escapar…
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